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Sobre nosaltres

"Cuentan que cuando en la cordillera de los Andes la tierra está cansada, el cielo acude en su auxilio y, complaciente, la reconforta con una agradable y purificadora lluvia. Cuentan que la tierra, agradecida, se adorna de colores y el arco iris se presenta majestuoso detrás de los nevados. Es entonces cuando las gentes de los páramos, los valles y ciudades sienten ese suave viento mimoso. Así nacimos, testigos del amor, en el tiempo del renacer, apostando por la vida, transeúntes sonrientes con el rostro contra el viento”.

Así nacimos un dos de enero de 1991. Desde entonces mantuvimos nuestra sede en la ciudad de Quito. Hace unos meses, y en un proceso que tal vez nos tome un par de años más, estamos trasladándola a La Merced, un pequeño pueblecito, ubicado a unos 40 kilómetros al oriente de Quito.

En ese bucólico lugar, aspiramos encontrar el territorio donde construir nuestra pequeña patria secreta de rebelión y dignidad, al margen. Que es como vemos al Teatro, como una patria secreta, transnacional, como un archipiélago de islas de rebelión y dignidad, en el fin del mundo, al margen. Cuyos habitantes se encuentran, como quien acude a un llamado, intercambian y hacen su propio llamado.

Somos una comunidad de creadores. Creemos en el teatro como un oficio, que exige rigor en el dominio de las técnicas y en la agudeza del pensamiento, para modelar la realización de su existencia y su práctica. Es por eso que para ejercer el oficio nos es necesario aceptar ser viajeros del sentido, no conformarnos con lo que vino dado, debemos ponernos en movimiento para seguir el movimiento del teatro.

Un teatro que se enseña y se aprende en procesos personales, privados, individuales. Procesos que continúan en la medida de la necesidad de sus cultores por ir más allá. De desentrañar sus misterios. De seguir huellas en la nieve y de pisar fuerte para dejar huellas en la nieve. De recibir legados y dejar legados. Un teatro que se sostiene en su cualidad-calidad. Como oficiantes del teatro nos debemos al encuentro con nuestros espectadores, quienes acuden al llamado. Hacemos el llamado por muchos medios, nos apoyamos en la realización de publicaciones y vídeos. Buscamos llegar con nuestro llamado a los ámbitos donde usualmente el teatro llega sin fuerza. Es allá donde buscamos nuestros espectadores. Organizamos eventos para provocar otros encuentros e intercambios con nuestros conciudadanos de la patria teatral. Enseñamos para aprender de lo vivido y compartirlo con nuevos creadores.

Nos ocupa el actor creador, el que modela su existencia pero también modela su presencia en el escenario. Trabajamos en fortalecer el arte del actor, por eso mantenemos un entrenamiento diario, síquico y físico, que nos lleve a organizar las técnicas que sostengan y potencien, la expresión corporal y vocal, como instrumentos de su creación artística. Pero también, nos ocupamos del oficio de la dirección de escena, de la creación de la dramaturgia del espectáculo, en el sentido del tejido de lenguajes poéticos y estéticos que acuden al escenario, en torno del arte del actor. Nos interesan la composición, la luz, la melodía, que surgen del escenario. Por tanto, nos ocupa, también, la palabra, la creación literaria para el escenario.

No renunciamos a conquistar un paradigma estético ý poético con nuestras creaciones, a producir un arte de calidad que sea un referente de identidad. Promulgamos un trabajo cuidado, como si de una joya preciada se tratase. Exigimos atención en el camino y perfeccionamiento de las destrezas técnicas. Llamamos a modelar un teatro exquisito, con la perfección con la que el viento se acopla a nuestros cuerpos cuando nos abraza. Un teatro preciso, pulcro, que acaricia y abofetea al tiempo. Un teatro que es poesía viva. No hemos renunciado a enseñar lo aprendido, y a organizar el pensamiento que surge de nuestra práctica y de la atención a las circunstancias de nuestra vida. Como migrantes primitivos viajamos en pos del movimiento del sentido, del conocimiento. No renunciamos a ser viajeros permanentes del sentido. No desfallecemos en la exploración y la experimentación. Pero sobre todo nos hemos impuesto sobreponernos a la pereza, a las soluciones fáciles, a la mediocridad.

Hay una doble paradoja dentro de la que aseguramos nuestra existencia: cambiar para mantenernos leales a nosotros mismos y aislarnos para ser parte, para poder estar presentes. En crisis y en movimiento. En tensión. Nos interesan las tradiciones múltiples y complejas de las que provenimos, de ellas heredamos la precariedad, la tensión en la que vivimos. Dialogamos confrontados entre el presente y la memoria; entre la aldea y el mundo. Renunciamos a la quietud y al silencio, vitales.

Aún para asegurar nuestra existencia material, debemos ser creadores. No conformarnos ni complacernos; no repetirnos ni aburrirnos. Ese es nuestro ethos, nuestro proceder, nuestro modo de ser paradojal. Defenderemos nuestro oficio como defendemos nuestras vidas. Porque es posible que el teatro ya no le sea útil a la civilización que han construido los señores del poder y del consumo, pero atención, es sagrado, porque nos transforma, nos permite crecer. Nos da libertad, en la medida de que pone en vida la precaria verdad íntima de nuestro ser, nos hace visibles ante nosotros mismos.

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