Son dos, o quizá tres: el músico, el acróbata y su doble de piedra. El decorado es una pirámide cuadrangular arremolinada en plena naturaleza, que se presta a todo tipo de juegos entre peso y contrapeso, equilibrio y desequilibrio, quietud y vuelo. Puro placer en movimiento, pero también metáfora de las odiseas grandes y pequeñas, de las condiciones humanas y de otras perecederas... Llevado por una composición sonora tocada en directo y emitida en cuadrafonía, el acróbata se abandona con toda ligereza a una gravedad inevitable... pero no necesariamente temida.
Retomando los principios que han hecho tan exitosos y únicos sus espectáculos anteriores, La Migration reúne el espectáculo circense y lo inesperado en un paisaje que despierta, arrastrando al público a una meditación emocionante.
Teilen