Una bailarina encerrada en una caja, de grandes dimensiones, con paredes de tul blanco convertidas en pantallas. Proyecciones que lo inundan todo. Es la danza del siglo XXV. En japonés, Hakanaï define lo frágil, evanescente, transitorio, lo que está entre el sueño y la realidad. Y así es este espectáculo en el que se cruzan modernidad y tradición, lo fugaz y lo contemplativo.
Coreografías digitales que arrastran los sentidos, pero que también hipnotizan con calma. Un haiku visual. Números, líneas, cuadrados, letras,… llueven sobre la protagonista que dialoga, a través de su cuerpo, con ellos. Las imágenes están animadas en tiempo real, en base a modelos físicos de movimiento, al ritmo de una creación sonora interpretada también en ese momento. Al acabar la performance, la instalación permanece abierta para que los espectadores puedan entrar y experimentar por ellos mismos este mundo visual onírico.
Este espectáculotuve la oportunidad de verlo en el Teatro de Benicassim en 2014 y me impactó bastante. Las proyecciones y los efectos de sonido son impresionantes. Felicidades a los autores!